sábado, 11 de septiembre de 2010

Manzana.


Un buen día pensé en subirme a la copa de un manzano con la intensión de alcanzar una manzana; pero no era cualquier manzana, era la mejor manzana de aquel árbol, no era como las demás que colgaban de las faldas del manzano, de esas manzanas podridas que solas se caen, de esas manzanas sin brillo y sin sabor.

La manzana que yo buscaba ahí estaba, hasta arriba, era la mejor manzana que en mi vida había visto, de un color rojo brillante, única; me pregunte si realmente valdría la pena arriesgarme a subir por ella o tan solo esperaría a que una de ellas cayera sola, de las podridas, sin sabor.

Me detuve un poco para pensar y decidí arriesgar el todo y subir al árbol para ir en busca de la manzana que yo quería, aun sabiendo que eso podría costarme una caída y bien lastimarme, pero fue más grande mi emoción por subir, al final una caída no dura toda la vida y no se compara con la dicha de alcanzar el objetivo final y poder disfrutar de el logro de tener a la mejor manzana, con sabor, la de más valor para mí.

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