
Me lleva entre sus brazos este enorme deseo, el deseo de mirar tus ojos y arrancarte mil besos en uno solo,
para luego envenenar mi garganta con la dulce miel de tus suaves labios; dejar de lado los prejuicios que
taladran mi cabeza.
El deseo de despojarte de las absurdas vestiduras que cubren a tu cuerpo y a tu alma, para luego rodear con
mis brazos tu cintura y enredarme en tu calor cual hierva se envuelve sobre su talle.
El deseo de llevarte a mi cama en un sueño interminable y sumergirme en tus ojos y tus muslos, no importa si
puedo morir ahogado bajo la sombra de tus cansadas palabras y de tu agitada respiración; si mientras tanto
ahí no acaba la historia de mi ardiente deseo.
Te robare una noche, en cada día, de cada año y arropare tu piel con mi piel, arrancare la soledad que nos
hizo prisioneros de su pasion; y entonces solo quedara el deseo que me impulso a amarte, entonces todo
quedara en la memoria de nuestra vejez.
Y al final mi deseo quedara ahí, sobre tu piel, amor mió.
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