
Recuerdo con tristeza y con unas pocas gotas de alegría, esa noche de finales de Octubre cuando tus labios
eran el mejor abrigo de mis penas, tus brazos eran mi par de alas y tus ojos el cielo inmenso de mi vuelo.
Mi cuerpo rodeaba tu cuerpo en el espacio reducido de un sofá, el amor y la dulzura no se describían en
palabras, todo se simplificaba en caricias y besos compartidos; sin testigos ni distracciones.
Esa noche la poesía se convirtió en gotas de sudor resbalando por tu espalda, en una sinfonía de besos con la
orquesta de dos enamorados.
Fue una noche de un par de horas, quizá la noche más corta que recuerda mi memoria, pero la más larga de
mi corazón; en fin, todo se reduce a un solo recuerdo del cual desconozco su verdadera realidad, solo me
queda decir que esa noche escuche la canción que me hizo llorar.
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