lunes, 30 de agosto de 2010

Tarde de mi locura.


Mis tardes de locura en las que no encuentro el sosiego, mi alma quiere salir corriendo y vago por las calles del pueblo como un loco, como una alma en pena, solo busco refugio, el refugio que perdí en tus cansados brazos en aquel adiós sin palabras, silencioso.

Veo la gente, pero la gente no me ve, soy un extraño, las calles tan cortas se convierten en grandes avenidas y este pequeño pueblo se vuelve un monstro de ciudad, la gran urbe me atrapa en medio de un gran laberinto.

Aquí, en este punto, ya no hay salida, no existe ventana alguna por la cual se pueda asomar la nariz y tomar un poco de aire fresco; se perdió la guerra contra la soledad y nos tomo prisioneros, estamos sentenciados y el paredón nos espera por la mañana temprano. Esta noche escapare, al parecer la soledad se quedo dormida y nadie más nos ve, ayúdame a abrir la reja de esta prisión, corre con todas tus fuerzas, volveremos a la ciudad, no dejare que las ilusiones sean fusiladas por la mañana; somos prófugos pero no importa llegando al destino cada quien tomara su camino, ya no mires atrás, no me sigas, yo voy solo, ya el sol está naciendo de entre las montañas.

La soledad tiene un gobierno dictador pero ya es imposible que me encuentre, por lo menos está tarde no.

Vuelvo a caminar por las calles, vuelven a ser pequeñas, ya la gente me saluda, vuelvo a ser yo mismo, mi locura a desaparecido, esto es real, tan real como una tarde de mi locura.

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